
Durante la semana lo único digno de mención fue que pudimos notar algún que otro copo de nieve durante el recreo. De hecho, alguna profesora de Valencia no podía imaginar cuantísimo frío podía hacer en este apartado rincón alicantino, pero lo que no sabían es que con una temperatura de 0º, aquí no es frío ni calor. ¡Lo peor está por llegar!
También sería reseñable la algarabía y alborozo de muchos por la apertura, por fin, de la cafetería o cantina del centro. ¡Moderad el consumo de las golosinas y, sobre todo, de los chicles, pues si no ya sabéis lo que os depara! ¡Yo me pediré una de berberechos con limón!
Desde luego, el desfile de sombreros (¡con premio incluido!) que nos hicisteis los alumnos de Francés fue espectacular: el pollo de Aday, el caramelo de Cristina, el queso y el ratoncito de Paloma, el artístico de Elia, la viudita alegre de Ana, la seta de Cristina Payá, el castillo de Sergio, la hamburguesa de Estefanía, el de Madiha, los camperos de Vicente y Ángel, el de bruja de Andrea... Disculpad si no os nombro a todos, pero sabéis que la memoria a veces me es infiel a causa de mi edad y... (Gracias por las rectificaciones Estefanía y Ana).
Por lo demás, en clase pudimos leer alguna jarcha en aquella lengua “rara” y “extraña” que era el mozárabe y, por supuesto, lo mal que lo pasaban aquellas pobres muchachas esperando a los enamorados, ¡que a saber qué harían por ahí esos bandarrias! Además, a más de uno le sorprendió que mientras que en las jarchas las chicas se desahogaban con la madre o la hermana: "Ya mamma, mew el habibe, bais e no mas tornarade" ("¡Ay madre!, mi amado se va y ya no regresará más"), en las cantigas de amigo se lamentaban a las olas. ¡Ale, como que les iban a responder!
Comprended que con tanta abstinencia a las pobres se les iba la pinza de vez en cuando. ¡Así sucedía después! Una vez el enamorado regresaba, lo único que deseaba era estar con el muchacho disfrutando de su compañía, ¡y bien que remarcaban eso de a solas!
Por último, vimos una de las grandes elegías de la literatura castellana, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique, un autor “puente” o “bisagra” (¡y alguno sé que se sonreirá!), pero recordad que supone la transición de la Edad Media al Renacimiento.
A este lamento de gran hondura, cuyas coplas producen verdaderos orgasmos poéticos, sólo es comparable con otros dos: 1) el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca, poeta del que muchos se sorprendieron porque fue asesinado por defender las causa republicana y, cómo no, por su homosexualidad, es más, uno de sus asesinos, Juan Luis Trescastro, se enorgullecía por los diferentes cafés diciendo: “Le he puesto dos balas en el culo por maricón”; 2) Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández, dedicada a su “compañero del alma” fallecido a temprana edad, cuyos versos ponen de manifiesto su enorme cariño por el amigo muerto:
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
La muerte, que a Estefanía le chocó el que nos diera toda una vida de ventaja, nos iguala a todos y Manrique la plasmó con fabulosa maestría en sus versos como el mar al que todos, antes o después, iremos a parar. Mientras que para unos supone encontrarse con los seres queridos, para otros es zozobra y angustia por el interrogante que se plantea. Os comenté también que en esta época, la medieval, y hasta no hace tanto tiempo, la muerte estaba presente en la vida diaria, pues se convivía con ella, pero hoy en día, se esconde, se evita hablar de ese momento, pues para algo están los tanatorios que “dulcifican” ese momento.

Para terminar me gustaría que viéseis algunas fotografías muy curiosas hechas por vuestra compañera Mayka en su viaje por México, en la que las inscripciones de algunas lápidas en forma de versos festivos (epitafios) resultan muy chocantes. Sin embargo, no debemos olvidar que culturalmente el pueblo mexicano, descendiente de los antiguos aztecas, tienen una visión de la muerte bastante diferente a la nuestra, no por ello mejor o peor, simplemente diferente.
Nos educan para vivir, pero ¿se educa para la muerte? ¡Arriba vuestros comentarios!