
Durante este largo silencio hemos estado con el Lazarillo de Tormes, bien con las actividades, bien visionando la película. A pesar de que más de uno creía a priori que era un tostón de libro, después ha podido comprobar que era interesante e incluso divertido. De hecho, el insuperable crítico literario Alberto ha sentenciado que no estaba mal y era de su agrado. Recuerden vuesas mercedes la cantidad de comentarios en contra que realizó antes de empezar a leerlo.

Así pues, cuando su madre, Antona Pérez, se arrima o amanceba con Zaide, un moreno que no profesaba la religión católica, imaginen vuesas mercedes los chismorreos y habladurías de los vecinos. Si hoy en día -¡eso que han transcurrido más de cuatrocientos años!- aún se practica el deporte nacional: cotillear e inmiscuirse en la vida de los demás, háganse una idea en esta época. Transcribo el gracioso episodio en el que el hermano de Lázaro, al ver a su padre negro y a ellos blancos, le señala con el dedo y dice:
-¡Madre, el coco!Nadie se rasgue las vestiduras, pues la palabra hijoputa se supone que tiene connotaciones cariñosas.
Y su padre respondió riendo:
-¡Qué hijoputa!
Asimismo, hemos aprendido que el tan usado tío entre jóvenes -en Villena sería más bien el acho- resultaba ser un tratamiento de respeto a las personas mayores, el ciego en este caso. A su vez, hemos comprobado la sátira y crítica anticlerical (corrupción del clero), pues de los nueve amos, cinco son religiosos:
1) clérigo de Maqueda: avaricia
2) fraile de la Merced: libertinaje y lujuria
3) buldero (vendedor de bulas): estafa
4) capellán: explotación
5) arcipreste: hipocresía y lascivia.

-Cómete eso, que el ratón es cosa limpia.
De igual modo, la mujer de Lázaro en la traslación cinematográfica sólo hacía que ir a regar las alcachofas del huerto del señor arcipreste (de San Salvador), pues a la moza parece ser que le gustaba demasiado la horticultura.
Para no hacerme demasiado aburrido ni extenso terminaré refiriéndome al origen de la expresión además de cornudo, apaleado, que tiene que ver con la pena que en su tiempo se imponía al marido que consentía las relaciones sexuales de su mujer con otro hombre, en este caso, de la mujer de Lázaro con el arcipreste de San Salvador: pasearlo en jumento, con un casquete con dos cuernos en la cabeza para pública burla. A veces la mujer iba detrás, azotándolo con una ristra de ajos (los dientes de ajo tienen forma de cuernezuelos). Sin embargo, en la película ser marido consentidor suponía: la primera vez, vergüenza pública y diez años de galera; la segunda vez, cien azotes y galeras perpetuas.
En un cuento de Giovanni Boccaccio, recogido en el Decamerón, se cuenta la historia de una mujer, enamorada del criado y con ganas, e intención, de llevárselo a la cama. Para burlar al marido, le informa de que el criado está enamorado de ella y quiere verla en el jardín. Ante esto, el marido se viste con las ropas de la mujer y acude al jardín. Mientras aquel vigila, los dos amantes se reúnen con total tranquilidad. Tras una larga noche de amor, y para completar la burla, baja el criado con un garrote y apalea al amo haciéndole creer al pobre desgraciado que está apaleando a la mujer, mientras grita: "Desgraciada, traidora, no sólo engañas a mi señor sino que crees que yo también lo iba a engañar". Con lo que el criado libera a la mujer de la sospecha, demuestra al señor su lealtad y queda este último, cornudo, apaleado y, encima, satisfecho.
No os perdáis la magnífica intervención de Rafael Álvarez "el Brujo" -actor que encarna el personaje de Lázaro- en la siguiente entrevista, donde podemos comprobar su maestría en el arte del monólogo.
Antes de finalizar querría desear a Inés, profesora de Inglés -¡qué pareado más ripioso me ha salido!-, una horica corta para el alumbramiento de su hija Martina y los mejores deseos. ¡Ánimo que ya queda nada para poderle ver la carita al bebé sin necesidad de ecografías!