“El amor mata cuando muere...”

A lo que continuaba José Saramago, Premio Nobel de Literatura: “... Y empieza a matar cuando empieza a morir”, palabras que nos recuerdan que hoy es el Día contra la violencia machista o por razón de sexo (erróneamente empleado, por cierto, el término violencia de género, una mala traducción del inglés, pues los seres humanos no tenemos género sino sexo).
Asusta leer las noticias, cada vez hay más casos de maltratadores jóvenes -entre 20 y 30 años-, lo que indica que algo está fallando en nuestra sociedad. ¿No era hasta cierto punto "normal" verlo en hombres de más de 45 años como consecuencia de la educación machista recibida durante años?
Se empieza con un grito, al que sigue un insulto con amenazas, después un empujón, acompañado de una buena dosis de humillación para terminar con un guantazo o incluso la muerte. De hecho, casi siempre sucede que lo que en un principio era una mano que acariciaba termina convirtiéndose en un puño.
En cualquier relación nadie está por encima de nadie, ni tampoco es posesión de otra persona, por eso no podemos ni debemos permitir situaciones de falso amor, en la que los celos enfermizos -que siempre esconden una gran inseguridad- suelen acabar con ese proyecto de vida en común. La base de una sana relación sería el respeto y la confianza hacia la otra parte, y como bien cantaba Amancio Prada: “Libre te quiero. Libre. Pero no mía. No, no, no, no mía. Ni de Dios, ni de nadie, ni tuya siquiera”.
Para acabar querría transcribir un diálogo entre los dos protagonistas de la película Te doy mis ojos, título que hace referencia a que Pilar, como acto de amor, le ha dado todo su ser, lo mejor de ella misma, es decir, sus propios ojos a Antonio, su marido maltratador.
Él siempre le ha prometido que cambiará, se disculpa, aunque siempre vuelven a repetirse las vejaciones, gritos, insultos y malos tratos. Sin embargo, ahora, Pilar ya no le cree, le es indiferente y ha empezado a asumir que su amor se ha roto y, lo más importante, ha comprendido que su marido ya no cambiará, ya no será aquél del que se enamoró un día:

Malo de Bebe

ANTONIO.- Bueno, te he pedido perdón, ¿no? ¿Qué quieres que haga?
PILAR.- Nada, no quiero nada.
ANTONIO.- ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Me arrastro, me pongo de rodillas? ¿Qué coño hago?
PILAR.- Me da igual lo que hagas o lo que digas, Antonio. No me importas.
ANTONIO.- Ya te he dicho que lo siento, canija. Esto ya no volverá a pasar, de verdad.
PILAR.- Yo no te creo, Antonio, ni te creo ni te quiero.
ANTONIO.- No, no digas eso canija.
PILAR.- Si quieres me callo, pero es la verdad. No te quiero, no te voy a querer nunca más.

¡NO LEVANTES LA MANO A LA INDIFERENCIA!